Cuando afirmas que en este lugar sucede nada,
que siempre es la misma fotografía,
con su sueño repetido y su luz enjaulada,
sabes que te doy toda la razón, amor,
que yo también siento el edor de aguas estancadas.
Y cuando confrontas a tu imagen en el espejo,
te enerva la persona que te observa
desde esa dimensión aplastada del reflejo
que ignora tus profundos vértices, amor,
que borra los grandes vectores de tu intelecto.
Y cuando ves el camino forrado de estrellas,
lo imaginas hecho de cristal molido,
y sabes bien que corres peligro en la vereda,
que hay vidrios rotos sobre el piso, trampas,
para amputar los pies, para robarnos la vida.
Y cuando acusas que tu vida se ha marchitado,
que el tiempo te sigue traicionando,
sonrío y te doy gracias por ese tiempo
que a la muerte, juntos, hemos usurpado.
te recuerdo siempre que marchaste erguida,
descalza por la vereda que obligó a tu sangre
a correr en hilos por tus piernas.
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