¿Que tal si, como sospecha
Smolin, la galaxia es un ser vivo; un verdadero ente? ¿Qué tal si el polvo
veloz, súper ardiente y microscópico, que recorre el espacio abismal, conforma
la atmósfera de un gigantesco planeta viviente, ovalado y espiral? ¿Qué tal si
los escasos isótopos de hidrogeno y helio por kilómetro cúbico; los que pintan
las majestuosas nubes moleculares extendidas por miles de años luz; se suman en
el doble etérico o en el aura de una forma viva que apenas comenzamos a
entender? ¿Cómo será sentir el pulso de la Vía Láctea? ¿Cómo será un suspiro
que tarde cientos de millones de años en expirar? ¿Y qué tal si las inmensas
estrellas son como los orgánulos que se agitan dentro de la célula, jugando a
ser mitocondrias o ribosomas? En el largo ciclo de sus vidas, transforman la
materia en energía pura que irradian a través de las distancias insondables,
desajustando el sutil equilibrio inerte del espacio. Al morir, sus cuerpos se
vomitan en fértil abono para las próximas generaciones. La explosión de las
más titánicas, ilumina por siglos, como una candela del universo entero, y acelera
la materia a la velocidad de la luz, inseminando regiones distantes. Por
nuestra sangre corre el polvo de las estrellas, forjado en el testículo
radioactivo del padre del sol. ¿Y qué tal si las estrellas mismas sufren su
nacimiento y temen su muerte estrepitosa? ¿Cómo será imaginar que los objetos
que desde el principio, descartamos como inanimados, sean parte de la fauna
galáctica que nos incluye? ¿Tendrían razón los teosofistas? La vida es la
historia del equilibrio termodinámico forzado a fracasar. Cuando todo tiende al
desorden por entropía, la chispa elemental se recoge y se organiza, causando
aun mas desorden a su alrededor. A esta interminable cadena de causas y
efectos, llamamos evolución. Al desbalance térmico sostenido en contradicción
de las probabilidades que lo engendraron, llamamos milagro. Mas sorprendente
aun, es que el tiempo nos ha enseñado que las cosas que nacen y mueren,
eventualmente dan cuenta de su predicamento. También, en al menos uno de los
casos, certeramente se desarrolló la capacidad para enloquecer con tales
pensamientos. Pero, el interés por estas locuras escasea aquí abajo. Los
humanistas, desde su claustro encerrado por carpetas, se conformarán con haber intuido
nuestra diminuta escala en el orden del universo. Los religiosos en celo,
negarán nuestro derecho a debatir tales cosas. Los desajustados como yo,
afirmaremos que era nuestro destino el estar rodando soles de sitio y causar
abismos negros a conveniencia humana. El resto, como siempre, se preocupará por
las estrellas, un tanto menos brillante de la televisión y por quien ganará las
elecciones en noviembre.
Son suspiros, recuerdos, destellos, puños sobre la mesa y arcos de corriente. Son todos espectros que emanan y se enredan de una música muy especial.
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sábado, 4 de junio de 2016
El Argumento Existencialista Parte II (2012)
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