Cenizas
incandescentes
se
acurrucan mal heridas
sobre
una estera de calcio.
Son
las cautivas de una gruta.
Combatían
en lo oscuro
con
su luz roja y moribunda.
Con
balas de rubí y cuarzo
explotaban
a las sombras.
De
esa guerra quedan minas:
destellos
en las paredes
para
decorar una tumba.
Rinden
su cuerpo ahumado
a
las caricias del tiempo,
a
sus mordidas salvajes,
exhalando
un fantasma gris.
El
humo besó la piedra
contaminando
su matriz.
La
química los hizo amantes,
padres
de un huevo de cristal,
un
grano de luz, pequeño,
un
brillo fugaz buscando
una
retina donde imprimir.
De
la cáscara
mineral
sale
crudo otro reptil.
Con
el colmillo afilado,
con
el hambre de mundos nuevos,
extiende
y agita sus alas
y
se dispara en raudo vuelo.
El
dragón está tentado
a
jugar con los botones,
a
traslucir su miedo y a mentir.
No
teme volver a
explotar
y
regresar roto a su huevo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario