Es
lo más aterrador que he
leído en
mucho tiempo. No logro escapar a este relato que, fiel a la
naturaleza de los monstruos que contiene, continua devorando
lentamente
mi cabeza.
Montijo traza una raya muy fina entre lo real y lo
ficticio. Recuerdo
una reseña que leí
de una
novela de Cormac McCarthy, No Country for Old Men,
donde
el
crítico concluye
que la obra era
más que una alerta desesperada, era
un presagio: “escribe
poderosamente acerca de padres e hijos, de la responsabilidad por uno
mismo, por nuestras
familias y nuestras
comunidades, como un patrimonio que la verdadera esencia de la
modernidad puede haber dañado sin
remedio,
mutada tan horriblemente
que un nuevo tipo de humano, sin alma, un ángel
destructor, no solo puede estar ya suelto entre nosotros, sino que
puede ser lo
que estamos destinados a
convertirnos."
Ambos autores dan testimonio de estas
criaturas. Yo también las he visto merodeando y al asecho. Se multiplican. Temo lo que son capaces de hacer en grandes números. No importa como las quieran llamar. Sean ángeles, zombis o demonios, todas carecen de alma y cerebro.
Son suspiros, recuerdos, destellos, puños sobre la mesa y arcos de corriente. Son todos espectros que emanan y se enredan de una música muy especial.
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miércoles, 17 de enero de 2018
Metales Preciosos: Los Zombis
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