Ella baña su
alma
en esmalte de luna;
una flor de loto es el nudo
que
sus piernas me dibujan.
Ella
persigue en el éter
la
memoria de un futuro,
que, como ella, libelula,
es iridiscente:
ojos
que aprenden a volar.
Ella persigue ese trance,
marchando por el aire
con sus largas botas negras,
En busca de otras criaturas
como ella, curiosa.
Ella atrapa a una de esas hadas,
y la enjaula a salvo
entre las paredes de sus manos.
Ella observa por la ranura,
entre sus palmas cóncavas,
a una mujer de cuerpo alado
que
observa intrigada a otra,
prisionera
entre las suyas;
ninfas y sus cárceles clonadas
en cadena perpetua:
una espiral de mujeres
que comienza en el agua
y atravieza el aire, el fuego y la tierra.
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