6
de septiembre de 2017
Ponce,
P.R.
Saludos
cordiales,
Espero
se encuentre saludable un día como hoy. No me conoce, ni yo a usted,
pero le prometo que, si lee esta carta hasta el final, me dedicaré a estudiar
su obra. Devoraré todas sus páginas impresas y electrónicas. Haré
notas; buscaré símbolos. Mi crítica será cruel, pero honesta.
Nuestros debates serán extensos y fogosos. Nos admiraremos
mutuamente. En el espíritu de esa amistad por concretarse, le
escribo para solicitar algo inusual. No se preocupe, no necesito
dinero, por lo menos no ahora. Le escribo para pedirle que me
escriba. Deseo habitar una de sus obras. Engendre, le suplico, un
personaje y enséñele a hablar como usted cree que yo hablo. Que
nazca en
las páginas de un cuento o una novela (no sabría como vivir
en un poema). Debe ser arrogante y socialmente torpe. Puede comenzar
narrando su eterna lucha con los vicios, pero destaque los más
nocivos. También puede mencionar algunas virtudes, aunque tendrá
que escarbar ardua y pacientemente. Añada modestia, si quiere.
Resalte el malgasto de los pocos tesoros que cayeron en sus manos
durante el camino. Cuente como desatendió sus mejores talentos en
favor de distracciones banales. Puede usar la guitarra como ejemplo.
Haga una lista de todas las oportunidades que desconoció, detrás de la
comodidad malvada. Achaque síntomas y dolores que va
descubriendo. Infle su abdomen en varias tallas. Despinte su cabello
e invente un síndrome genético para explicar cómo aclaró prematuramente. Que
use un disfraz de astronauta, sino que practique la ingeniería.
Igualmente puede fungir detrás de una barra sirviendo tragos
ardientes o recogiendo y coleccionando basura. De punto culminante,
que se vea de rodillas frente a una encrucijada, como una madeja de
caminos cuyos destinos la niebla y el polvo del desierto ocultan bajo
sus pliegues. Hágale sufrir una crisis de identidad. Como en la
película de Nolan, que el germen de una idea contamine su alma. Que
no soporte lo que es, ni quiera ser lo que pensó quería ser. Opaque
el lustre de todas las cosas que tiene, y transfórmelas en piedras
grandes y pesadas, como la de Sísifo. En el proceso, deje que se
autodestruya, que poco a poco, eche todo a perder. Ese capítulo será
aterrador. Se que es mucho lo que pido. De no ser posible, si mi vida
no es apta para ser publicada, le ruego entonces que al menos,
estimado escritor o escritora, me diga que ocurre después de la
encrucijada.
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