Espiral de mar, logaritmo,
náufraga en la orilla de cuarzo,
persigo en la arena tu rastro,
como descifrando un signo,
como asechando una presa.
Cargo la piedra que te hará añicos,
quebrantando tu orden falso.
Me arrastro desnudo con inercia
sobre el infinito cristal majado.
En vano se fugan los años
detrás de criaturas ya muertas
que sirven solo para fraguar
una gigantesca concha hueca,
fruto de mi viejo letargo.
El día que muera mi cuerpo,
escaparé como un suspiro
perdido en el túnel de nácar,
un fantasma de aire y saliva
haciendo música del agua:
olas vivas en el laberinto,
salvando todos mis recuerdos.
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