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jueves, 4 de mayo de 2017

El día de la bomba (05/2017)


“Nada cambia, nada queda igual...
...Todo cambia, todo queda igual.”
T.Auger (Fiel a la Vega)

Jorge Santayana fue el primero en afirmar que la vida era un camino asechado por atajos y bifurcaciones mal rotuladas que, si no tenías cuidado, si no estudiabas con premeditación, te llevaban de regreso al origen. En esencia: los que desconocen la historia están condenados a repetirla. Puerto Rico es tal vez el niño símbolo de esta máxima. La isla sufre amnesias frecuentes y prolongadas (cada cuatro años, para ser más especifico), que la hacen oscilar como un péndulo entre dos partidos políticos que, detrás de las insignias, son la misma cosa. Pero, más allá de esta terquedad cíclica, que obviamente nos impide sacar los pies del fango, he llegado a sospechar algo mucho más terrible. Rebuscando entre periódicos viejos (en linea, claro) y resucitando eventos en youtube, me ha poseído la extraña premonición de que aquí la historia nunca ha regresado, que la cruel verdad es que nada, en el fondo, ha cambiado.

      Por ejemplo, hace veinte años éramos un territorio no incorporado de los Estados Unidos con un gobernador de apellido Roselló que estaba tramando un plebiscito de estatus. El plebiscito dividía el espectro de identidad nacional en cuatro opciones de estatus: desde anexión hasta independencia plena. Cuando por fin se contaron todas las papeletas, la opción mas cuantiosa fue una quinta columna inventada por el PPD titulada “ninguna de las anteriores”; en efecto, ganó la indefinifición. Hoy tenemos a otro Roselló gobernando y con otro plebiscito en agenda. Este, pautado para el undécimo día de junio, era un artefacto jurídico plagado de sospechas y supersticiones, pero que quizás sin querer queriendo, tenía la posibilidad de fecundar un cambio genuino en la vida de los borinqueños. Quizás hubiera logrado algo que, en contra de todas fuerzas del universo que intentan mantener la isla intacta, sería irreversible y luego de gestado solo se pudiera mirar hacia adelante. Claro, el artefacto pudo haber sido aun más simple y abarcador: ciudadanía norteamericana, ¿si o no? De esa forma cerrábamos la puerta, para siempre, a un asunto centenario. Sin embargo, este plebiscito del once de junio, aunque no tan afilado, por lo menos borraba la opción territorial y era lo más cerca que habíamos llegado a formular esa disyuntiva.

      El 13 de abril el departamento de justicia federal, al servicio de los cabilderos del PPD (pregunto: ¿de donde sale el dinero para pagarles?), implotó el proceso. Actuando otra vez a favor del inmovilismo, emitió una carta donde obliga al gobierno insular a incluir el territorio como opción en la papeleta. No es la primera vez que los federales practican el terrorismo contra Puerto Rico; lo llevan haciendo por más de cien años. Para mi consuelo, aunque muy leve, esta bomba también le reventó en las manos al PPD y a sus secuaces, ya que el fiscal general hace llamar la opción territorial como lo que es: “territorial status” o territorio no incorporado, en español. Desde sus madrigueras, los líderes del PPD se rasgaron las vestiduras, indignados por que según ellos, el nombre correcto era “estado libre asociado”. Inmenso nombre para una paradoja, ya que Puerto Rico no es ni será un estado, tampoco es socio en una relación donde los federales y el congreso tienen los poderes plenos sobre nosotros, y mucho menos libre. Mas allá del nombre que quieran usar para disfrazar la colonia, ha sido planteado por muchos otros y con mayor elocuencia y profundidad, que no se le puede preguntar a un esclavo si quiere seguir siendo esclavo. La esclavitud está prohibida por la moral y el derecho internacional. Es igualmente claro que los norteamericanos no quieren ni van a incorporarnos como estado, ni de ninguna otra manera, especialmente con los republicanos en el poder, un gobierno de ocupación (junta de control fiscal) implantado por Wall Street en la isla y una supuesta deuda fiscal de mas de 72 billones de dólares. El fiscal general, actuando como lo hizo Poncio Pilato con los colonos judíos, se lavó las manos para evitar enfrentar una petición de estadidad en agosto.

     Nada más que hacer. El resultado del plebiscito será otra fracción de incertidumbre estadística que sirva para argumentar desde cualquier lado. Aun así iré el once de junio a tachar la papeleta. Donde quiera que me pregunten seguiré siempre afirmando lo mismo: ciudadanía puertorriqueña e independencia. Puedo predecir que pasará con el resto de nosotros. Seguirán los Hernández, los Acevedo, los Ferré-Rangel y los Carrión difuminando su miedo y sus prejuicios, susurrando al oído de la masa estulta y pagando cabilderos con dinero de extrañas procedencias. Seguirán los Roselló tocando la dulce flauta de la ilusión cómoda y barata, tratando de bailar la estampida de ratas hasta el río. Seguirán las cosas como fueron hace veinte, cuarenta, quinientos años atrás. Puerto Rico seguirá siendo una nación infante, espantada de su destino. Seguirá siendo la colonia mas antigua de la humanidad. Seguirá Sísifo rodando la piedra. No cambiará porque el inmovilismo se ha congelado alrededor de nosotros, como una gota de ámbar alrededor de un insecto antiguo. Nos han enterrado en nuestra propia tumba; nos arropó silente un tsunami de cemento. Esta bóveda de miedo es, al parecer, inquebrantable. Ni aunque naciera aquí un trece de abril, otro Guido Fawkes que reviente el capitolio y la Santa Catalina. Ni aunque que dejen caer aquí la madre de todas las bombas.


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