“Nada cambia, nada queda igual...
...Todo cambia, todo queda igual.”
T.Auger (Fiel a la Vega)
...Todo cambia, todo queda igual.”
T.Auger (Fiel a la Vega)
Jorge Santayana fue el primero en
afirmar que la vida
era un camino asechado por atajos y bifurcaciones mal rotuladas que,
si no tenías cuidado, si no estudiabas con premeditación, te
llevaban de regreso al origen.
En esencia:
los que desconocen la historia están condenados a repetirla. Puerto
Rico es tal vez el niño símbolo de esta máxima. La isla sufre
amnesias
frecuentes y prolongadas (cada
cuatro años, para ser más especifico), que la
hacen oscilar como un péndulo
entre dos partidos políticos que, detrás
de las insignias,
son la misma cosa. Pero, más
allá de esta terquedad cíclica, que obviamente
nos impide sacar los pies del fango,
he llegado a sospechar algo mucho más terrible. Rebuscando entre
periódicos viejos (en linea, claro) y resucitando eventos en
youtube,
me ha poseído la extraña premonición
de que aquí la historia nunca
ha regresado,
que la cruel verdad es que nada, en el fondo, ha cambiado.
Por ejemplo, hace
veinte años éramos un territorio no incorporado de los Estados
Unidos con un gobernador de apellido Roselló que estaba tramando un
plebiscito de estatus. El plebiscito dividía el espectro de
identidad nacional en cuatro opciones de estatus: desde anexión
hasta independencia plena. Cuando por fin se contaron todas las
papeletas, la opción mas cuantiosa fue una quinta columna inventada
por el PPD titulada “ninguna de las anteriores”; en efecto, ganó la indefinifición. Hoy tenemos a otro Roselló gobernando y con otro
plebiscito en agenda. Este,
pautado para el undécimo día de junio, era un artefacto jurídico
plagado de sospechas y supersticiones,
pero que quizás
sin querer queriendo,
tenía la posibilidad de fecundar
un cambio genuino en
la vida de los borinqueños.
Quizás hubiera logrado algo
que, en contra de todas fuerzas
del universo que intentan mantener la isla intacta, sería
irreversible y luego de gestado solo se pudiera mirar hacia adelante.
Claro, el artefacto
pudo haber sido aun más simple
y abarcador: ciudadanía norteamericana, ¿si
o no? De esa forma cerrábamos
la puerta, para siempre, a un asunto centenario.
Sin embargo, este plebiscito
del once
de junio, aunque no tan
afilado, por lo menos borraba la
opción
territorial y era
lo más
cerca que habíamos llegado a formular esa disyuntiva.
El
13 de abril el departamento de justicia federal, al servicio de los
cabilderos del PPD (pregunto:
¿de
donde sale el dinero para pagarles?),
implotó el proceso. Actuando otra vez a favor del inmovilismo,
emitió una carta donde obliga al gobierno insular a incluir
el territorio como opción
en la papeleta. No es la primera vez que los federales practican el
terrorismo contra Puerto Rico; lo llevan haciendo por más
de cien años. Para mi
consuelo, aunque
muy leve, esta bomba también
le reventó en las manos al PPD y a
sus secuaces, ya que el fiscal
general hace llamar la opción
territorial como lo que es:
“territorial status”
o territorio no incorporado, en español.
Desde sus madrigueras, los
líderes del PPD se rasgaron las vestiduras, indignados por que según
ellos, el nombre correcto era “estado libre asociado”. Inmenso
nombre para una paradoja, ya que Puerto Rico no es ni será un
estado, tampoco es socio en una relación donde los federales y el
congreso tienen los poderes plenos sobre nosotros, y mucho menos
libre. Mas allá
del nombre que quieran usar
para disfrazar
la colonia, ha sido planteado
por muchos otros y con mayor elocuencia y profundidad,
que no se le puede preguntar a un esclavo si quiere seguir siendo
esclavo. La esclavitud está prohibida por la moral y el derecho
internacional. Es igualmente
claro que los norteamericanos no quieren ni van a incorporarnos como
estado, ni de ninguna otra manera, especialmente con los republicanos
en el poder, un gobierno de ocupación (junta de control
fiscal) implantado por Wall Street en la isla y una supuesta deuda
fiscal de mas de 72 billones de dólares. El
fiscal general, actuando como
lo hizo Poncio Pilato con los colonos judíos, se lavó las manos
para evitar enfrentar una
petición de estadidad en agosto.
Nada
más que hacer. El resultado del plebiscito será otra fracción de
incertidumbre estadística que sirva para argumentar desde cualquier
lado. Aun así iré el once de junio a tachar la papeleta. Donde
quiera que me pregunten seguiré siempre afirmando lo mismo:
ciudadanía puertorriqueña e independencia. Puedo predecir que
pasará con el resto de nosotros. Seguirán
los Hernández, los Acevedo, los Ferré-Rangel
y los Carrión difuminando su miedo y sus prejuicios,
susurrando al oído de la masa estulta
y pagando cabilderos con dinero
de extrañas procedencias.
Seguirán los Roselló tocando la dulce flauta de la ilusión cómoda
y barata, tratando de bailar la estampida de ratas hasta el río.
Seguirán las cosas como fueron hace veinte, cuarenta, quinientos
años atrás. Puerto Rico
seguirá siendo una nación infante, espantada de su destino. Seguirá
siendo la colonia mas antigua de la humanidad. Seguirá Sísifo
rodando la piedra. No cambiará
porque el inmovilismo
se ha congelado alrededor
de nosotros, como una gota de ámbar
alrededor
de un insecto antiguo. Nos han enterrado en nuestra propia tumba; nos
arropó silente un
tsunami de cemento. Esta bóveda
de miedo es, al parecer, inquebrantable. Ni aunque naciera aquí un
trece de abril, otro Guido Fawkes que reviente el capitolio y la Santa
Catalina. Ni aunque que dejen
caer aquí la madre de todas las bombas.
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